lunes, 3 de septiembre de 2007

aperitivo en sicilia


De: 70kilos 257 gramos.
Enviado el: Tuesday, August 28, 2007 3:11:35 PM

Asunto: Cronica siciliana 2007

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Bdias.

Te envío una crónica de la experiencia siciliana. Es un poco extensa, pero me han faltado muchas cosas por decir. Pido disculpas.

Saludos

70kilos 257 gramos.

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De la improvisación nacen las ideas más brillantes.

Aquella mañana, acompañé a mi compadrito turinés, el Sr. Massimo al aeropuerto.... allí lo depositaría junto a Nico en la puerta de embarque. Despedida con el " compromiso" de vernos en Italia. Tras breve retorno del aeropuerto, investigación on- line de precio de billetes de avión. Asumible. Comienza el viaje mucho antes de emprenderlo.

Yo, aquel verano quería viajar, sabía que lo haría a solas, por circunstancias de mi vida entonces. Destinos que barajaba eran tres, Etiopia, NY, Sicilia.... todo variadito y desquiciado, como es uno. Me quedé con Alex y Sicilia, creo que la mejor combinación posible.

Aquella mañana, llegamos a Barajas de la mano de Santi, descojonados nos perdimos por el área restringida y a volar, primero Madrid- Milán, con la gente pagada de si misma y snob hasta decir basta, antinatural prenda cara y combinada con la audacia de quien estudia los catálogos de tendencias, es interesante los primeros trece segundos, luego satura. Después Roma, donde me reafirmo en lo anterior, gente cosmopolita, gente de iMac, diseño sin contenido. Sobra decir que están todas y todos buenísimos, aunque no dejo de preguntarme qué aspecto tendrán si te levantas con ellos. De Roma a Palermo, capital de la grande isola de Sicilia. cinco veces Mallorca, con viñedos, rocas volcánicas, Estrómboli, aceite de oliva, mafia, cláxones, suciedad, decadencia, miradas orgullosas y arrugas en la piel. Sol poderoso.

El aeropuerto es sencillo, tomamos un tren hacia Palermo donde un tipo extraño procedente de Londres, pero italiano interrumpe nuestra ensoñación y pone en práctica nuestro itañolo ( mezcla de italiano y español) guiados por la guía Lonely Planet nos fuimos al Camping de la Oliva, donde sale tirado el alojamiento sin resultar indigno. Localizado en Sferacaballo, que está a diez kilómetros de la urbe, está junto a la playa. Se llega andando. Nos presentamos ante Marco, el gordísimo encargado, me deja una linterna, pues ni Alex ni Io fuimos nunca Scouts. Marco, presto nos la presta. Pinchamos y salimos a cenar al bar de Silvio y sus hijas. Nos sirven Paninis y birra Moretti ( después vendrán Nastro Azurro y Peroni), nos invitan a pasteles y nos habla de sus grandezas pasadas viajando por Europa en una BMW, catorcemilkilómetros nos aclara. Mientras en La Oliva ha acampado uno con la Harley y con su piba, van de negro riguroso pero parecen afectivos. Dormimos por primera vez en Sicilia, dormimos por primera vez compartiendo una tienda, Alex e io, primeras sensaciones que se sienten con ilusión dentro del pecho.

Al día siguiente, avanzamos por la vida siciliana, nos acercamos peligrosamente al Cabo del Águila, o algo así, nos tuesta el sol, el polvo al andar, desarrollamos habilidades para desenvolvernos por entre las rocas, como espeleólogos. Naturaleza en estado puro. La gente es realmente amistosa, nos hablan dos chicos de la Noche de S Lorenzo, que montarán un observatorio de estrellas en la montaña y mas, y mas; les ignoramos cariñosamente. Decidimos pasar el día sobre una roca mirando el mar, sencillamente. Por la tarde, nos marchamos a Palermo, nos colocamos como chiquillos con las Moretti, admiramos el desorden de la ciudad, su desastre cotidiano, los gritos de la cocina y las telas que cuelgan. Mucha textura en las paredes, corroídas por el salitre y la desidia. Palermo es una ciudad difícil y rebosante de belleza y óxido. Borrachos, por la calle nos hacemos amigos de Michelle y Francesca, dos trans sicilianos que parecen pretender follarme. Nos hacen el lío, nos dejamos hacer el lío, nos invitan a hachis, caro y de mala calidad, les correspondemos con cervezas. Desaparecemos a las 00.00 sin autobús, sin medios para desaparecer y aparecer donde queremos. Nos liamos a andar los diez km en cuestión, paramos en un bar donde los chuzos italianos comen algo antes de irse a dormir. Discutimos y Alex se desaparece entre las sombras de los árboles.... carretera abajo. Yo, contemplativo, escuchando conversaciones ajenas y mirando mi vela de San Giuseppe, el patrón que me protegerá en la estancia isleña.

Al día siguiente, ( tras las tormentas de discusiones que sufríamos, aparecía un remanso absoluto de olvido y tranquilidad. Primaba el sentido práctico sobre las vendettas, propias de éstos parajes) nos encaminamos hacia Trápani, la ciudad de la que es originario nuestro gran anfitrión, Claudio. Una vez allí, le llamo y le informo de la buena nueva, de nuestra estancia en la ardiente Sicilia, el a todo ok, dice que está preparando un encuentro en la isla de Levanzo, con variados asistentes. Nos convoca a comer en Angelino, justo en la línea de playa, quedamos para las 17.00 en la Piazza di Garibaldi. Conocemos Angelino y lo celebramos con botella fría- fría de vino blanco. Amistad con la Sra Antonella y el propio Angelino jr. nos permiten dejar en el local nuestras bolsas para visitar la ciudad. Alargada, de color alvero y con herencia monumental a la italiana, mezcla de registros y de decoraciones. Sorprende, mas no te llena. El puerto es el lugar de acción, la ciudad es como un delta que divide en dos aguas, de bahía y mediterráneas. Llega un coche con Miquele y Desiree, aparece Paolo, llega tarde Claudio, más tarde Massimo, Baba, Karolina. Miquele y Desiree, son antropólogos y aparentemente una pareja descompensada, el es mohíno, intelectual, romántico y sensible. Ella arde. Es muy bonita de expresiva mirada, enorme boca con blancos e incisivos dientes, bronceada y morbosa.

Paolo va por libre, es un estudiante de Derecho, que ha realizado Erasmus en Mad, ya le conozco y ya le apreciaba transfronterizamente. Amante de la música petarda y aunque sin pluma, amante del petardeo.

Massimo, Karolina y Baba, formaban un conjunto. Massimo es un gran amigo de Claudio, en consecuencia, nuestro. Massimo es turinés y al igual que Claudio, estudió ingeniero de motores ( lo arreglaste con alambre y nos fuimos entre oles) Karolina es una filóloga de italiano procedente de Cracovia, polaca y está bastante buena. Tiene unas tetas colosales y un encanto provenzal a lo belle epoque. Baba es un chucho napolitano que encontraron en la puta calle, como buen perro napolitano, es camorrista cien por cien. Eran como una familia.

Claudio, con nombre de emperador.... es el motivo por el cual me dirigí a la isla. Un tipo que pronuncia la sencilla y categórica frase de " ahora que siento las rocas bajo mis pies, me siento siciliano". Recio y bravo, leal amigo que me atendió en los días de la pena. Capoeirista sin violencia. Es quien actuará de Cicerone en su basto y limitado dominio que conforma la Reppublica da la Pinetina, donde viviremos los próximos días.

La isla de Levanzo es una sencilla formación volcánica compuesta de un antiguo pueblo de origen pescador ( atún, pez espada) con casas en tonos blanco y marcos de puertas y ventanas azules descascarillados, propio de la arquitectura mediterránea, santos por todas partes, iglesia y dos bares. Regentados por isleños antipáticos, pero con buena comida. Descendemos del barco, nos adentramos en la pinetina, camino complicado para tobillos y extremidades inferiores, tras un breve lapso llegamos, montamos tiendas y disponemos un hermoso y peligroso fuego para hacer una suculenta pasta ( al dente, por supuesto) y alcohol, claro, alcohol. El lugar está salvajemente domesticado, tiene rasgos de ambas opciones, la montaña es bella, si la caminas ves muchas estrellas o campos de trigo ( dependiendo de la hora, claro) olivos y agreste naturaleza que compite con las rocas, también puedes ver cables telefónicos, camiones de la basura y algún pájaro. Dormimos con la satisfacción del reencuentro en ése lugar, con la satisfacción del dolce y poderosísimo vino siciliano.

Al día siguiente, haremos lo que se hace allí todo el tiempo. Nada. Nos dirigimos en una vieja barca hasta una cala, tras habernos abastecido de alimentos en el pueblo para echar el día en la roca. Allí conozco la navegación en aguas cristalinas, oteo medusas sensuales y venenosas, -como todo lo bueno- fondos de coral y roca viva que se desdibuja en el agua. Aparecen nuevos actores en éste vodevil. Surge como representante de un nutrido grupo al cual no me referiré por no acordarme de los nombres y apenas si de sus personas Giuseppe ( Pepe) experto superviviente de campo capaz de alimentarse con erizos de mar o de componer zapatos ayudado por el mágico pegamento que vierte de una planta. Luiggi y La Santa; o la extraña pareja. Al final formamos un vínculo fuerte que nos benefició a todos por igual, la Santa, de nombre Sabrina trabajaba en una historia interesante de proyectos culturales, intercambio.... una vaina de la UE con buen aspecto. Él es un napolitano más flipado, se dedica a dar masajes con una técnica china efectiva. Son como atractivos pero asexuados. Contradictorios, por eso diría yo que pareja, Luiggi fue el primero en pillar con las medusas, luego fui yo. La Santa, al ser santa decidió sufrir el martirio de sentarse sobre cuatro- cinco- seis medusas que esperaban la muerte en la roca. Culo de mandril.

Saltando ingrávido sobre las saladísimas aguas, desde afiladas rocas. Aburridamente ameno. Sonidos, moluscos, algas pequeñas, peces insolentes, sol, mucho sol.

Nada o bucea, hazlo desnudo.... sensaciones absolutas en la calma del silencio del fondo del agua.

Echamos la mayor parte del día en la playa, después los pudientes se tomaban algo en el bar, ya de retorno y los demás a la pineta, al reto de ducharse. Para la higiene, la vida salvaje requiere agudeza, teníamos dos opciones, Zio Iacomo, ( tio Jacobo) un eremita iluminado que vivía casi todo el tiempo allí, sus perros y con su boca de agua. Nos invitaba a hacer uso de ella libremente, aun sabiendo que el agua en Sicilia la gestiona una empresa privada en manos de la mafia ( putana...) con lo que ello implica de ineficacia y cortes de suministro así como precios altos. La otra opción era el cementerio o los bares de los simpáticos ( descartado al comprobar que lo cerraban con llave)
Lo del cementerio tiene un aparte. Durante la festividad de Ferroagosto ( quince de agosto) los lugareños pasean a su virgen Santa Rosalía, precaria virgen que nos olvidas, cuya fe es alimentada con baterías de coche que hacen relucir tus bombillas, acompañados de orquesta, acompañados de fuerzas vivas, del pueblo, casa por casa salen los viejos y las viejas; temerosos del fin de los días a besar llorando el icono. Todo continúa, lento. Decidimos Larubia e io asearnos la sal del mar y acudimos al cementerio. En el camino nos encontramos con el Paolo que ufano pasea una garrafa de agua. Vamos al mismo lugar, nos desnudamos entre la paz de los muertos y escurrimos la sal con el agua que mana de un grifo discreto. Al rato Paolo aparece frenético, indicándonos que la comitiva se dirigía al cementerio, con orquesta, virgen y fuerzas vivas... con todo, cubrimos nuestras carnes rápidamente y seguimos a Pao, que transformado en rata de laboratorio sortea lápidas, panteones y fosas con agilidad, se encarama al muro y brincando como cobardes desaparecemos, entre risas imaginando que habría sido de nosotros si Pao no acude a nuestro socorro.

Llega Vera, suiza y neutral, no está mal.... aporta optimismo de sonrisa y empanamiento de alma, pocas aportaciones, pero positivas. Visitamos la Grota del Boco, la más bonita cala, con una luz increíble en su interior, luz natural tamizada por las aguas puras como resultado de su refracción en las blancas y redondas piedras que sumergidas están. Pasan días, horas, minutos.... nos rige el hambre como único reloj. Vivimos muy bien, no dejo de pensar mientras trato de descifrar las grietas de la corteza de cualquier pino. Vivimos bien, descubro mientras contemplo el azaroso trabajo de un grupo de hormigas. Que vida ésta.

Una noche nos aventuramos a mezclarnos con otros isleños. El grupo lo conformamos unas quince personas, siento haber olvidado a otros que estuvieron, pero no me acuerdo de mucho. Compramos costo, caro y corto, pero con el sabor pleno de lo añorado. Si nos hubieran vendido caucho quemado creo que también nos hubiéramos deleitado, ay las penurias que pasamos.

Por la noche hay fiesta en el campo. Se nos presenta como una rave clandestina y entusiasmado arrastro a Alex y a la Santa por un campo de ortigas, cactus y posiblemente culebrillas en mitad de la noche, llegamos como Scott al polo, muertos. Allí nos encontramos música de hace diez años, una roulotte con una luz giroscópica en el techo, un bar y una cabina de mezclas. Entusiasmados por el alcohol y la fuma, entusiasmados con la alegría de vivir, entusiasmado entusiasmado me alejo del grupo para mear. Me alejo a la oscuridad, me saco la polla y nada mas empezar la micción me llueven piedras en mi dirección, reacciono lento y satisfecho de mear y descubro un tío calvo que en el suelo se recuperaba. Se me caen los palos del sombrajo y me dirijo a ayudarle, él, herido en su orgullo y cubierto de meados rechaza mi insistente ayuda. Vuelvo pensando que he meado a un siciliano en la cara y sigo vivo. Vivimos muy bien.

Se van yendo todos, hemos comido/ bebido/ fumado correctamente, pero llegan despedidas, Claudio y Vera se van, Miquele y Desiree también, Massimo y Karolina con Baba.... se van. Nos despedimos de las personas y quedamos en seguir en contacto, Luiggi, Santa.... todos se van. Ése día desayunamos fuerte y robamos una bandeja del restaurante. Puro fetichismo vengativo. Aparecen Anna, Cecilia y Caracaballo, tres amigas de Paolo, van a su bola y nosotros a la nuestra. Pasan los días de cala en cala, vida contemplativa y de reflexión.

Ahora somos nosotros quienes de buena onda abandonamos la isla, nos dirigimos directos al centro de la vida de Claudio y Vania, su hermana. Conoceremos a la Nona, a la Mama y al padre, así como al Zio Aldo, que se le ha ido la olla y vive en una mentalidad infantil, con una fuerza de hombre. No vive, nos llama, juega con un muñeco. Vive.

Llegamos de nuevo a Trápani, dejamos bultos en le bar de Angelino y a caminar, a beber a reír y a discutir, microcosmos de los viajes. Aparece Vania relajada en una terraza, degustando un gelatto, aparece Claudio acompañado de una belleza llamada Ann, y los cinco al coche, a la cocktelera de tráfico, ziuss, todo es dinámico y brusco, rebosa vida. Primero paramos en su casa habitual, después llegamos a la casa siciliana. Vieja construcción de piedra, orientada a la carretera y con su mundo interior rodeado de nuevas construcciones, un huerto en el que la fruta se pudre feliz en el suelo, el agua fluye, la hamaca pende acompasada o desacompasada, según quien la ocupe. Ann toma el sol larga, elegante, sexi, yo como siempre no paro, me lío a hacer fotos, caminar por la casa. Alex ídem de ídem y Claudio duerme como un león encaramado a un árbol. La abuela se asoma, aparece Sara, novia de Vania, aparece Paola, aparecen mujeres sicilianas y yo no respondo. No acato ni actúo. Aparece Mario, con su poleomenitis, aparece el vicio de fumar y la virtud de comprar. Tres vamos, Claudio, Mario y quien te habla, paseamos por el lado underground de Trápani, bonito, triste, fatigado, los destellos de los televisores asoman a la calle, camisetas de tirantes, gente dura, cicatrices y quemaduras cubren torsos y rostros, pero no resultan amenazantes. Protocolo de actuación, 1) preguntar quien pasa y cuanto. 2) cuando te dan respuesta afirmativa, te piden que te pires cinco minutos hasta que esté listo. 3) volver a por la merca 4) separarse en dos vehículos hasta llegar a la casa 5) fin de expedición. Todo para pillar cincuenta pavos de grass.

La noche, obviamente es la hostia, hilarizante marinchi recorre con su humo todo el patio, acabamos jugando a las historias suecas. Ann es sueca y nos da el título de una historia, luego nos la cuenta en sueco y después nos juntamos a discutir cuál es la respuesta adecuada. Absurdo y sencillo = divertido. Aquella noche tampoco follo, pero no me importa.

Como balance te diré que nos comimos un hermoso melón de siete kilos, del huerto de la familia, bebimos tres- cuatro botellas de vino y fumamos casi toda la merca. Vivimos muy bien.

Al día siguiente, sino el anterior, descubro sobre mi plato la caponata, hecha por mi querida nona siciliana, pescados frescos, pasta, vino risas política, fútbol y religión. A pesar de los delicados temas la comida es un éxito rotundo. Vamos a la playa, echamos el día, son playas más civilizadas, con superficie de arena, con gente presumiendo de algo, pose y chiringuito. Nos escapamos a lo escarpado, somos sociópatas de viaje sin ánimo de interactuar con otros. Ann prueba el gelatto, nos vamos por la noche a Eoli, Eboni o no sé como. Ciudad medieval y hermosa villa invadida por hordas turísticas. Lo mas gracioso fue desembocar en la plaza principal y ver a un tipo de unos ciento cuarenta kilos sobre un caballito para niños de ésos que se accionan con moneda y están a las puertas de los bares. Jersey a rayas multicolores, comentarios en italiano divertidos, la complicidad de sus grandes amigos y la desvergüenza de quien se ríe de si mismo. Buenísimo. Como el genovés que nos comimos, es un postre a base de no se qué con un crema interior muy sabrosa. Nos lo sirvieron caliente.

Por la noche fuimos a la antigua fortaleza española, reconvertida en zona de alardes amatorios en la infancia – pubertad del seductor Claudio, escuchando misteriosos sonidos de animales inexistentes, ante el vacío oscuro de una caída de trece metros. Tomando birra, esparciendo el tiempo. La buena vida, la dolce vita la dona fare niente.

Después abandonamos la dulce vida familiar y nos adentramos en las calles de Palermo, a modo de despedida, paseando bajo un sol abrasador, caminando sintiendo cada paso, en soledad y mirando rostros desconocidos, quedamos para tomar el tren al aeropuerto, donde dormiríamos de cualquier modo conservando la intensa sensación de un buen viaje. Una buena experiencia.

70kilos 257 gramos.

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