lunes, 28 de enero de 2008

fragmento

[…]
mentiría si dijera que no estoy acojonada, totalmente sobrepasada.
durante los últimos tiempos he acallado a golpe de fingida indiferencia el vértigo que me daba tan solo imaginar tu mirada. he cerrado los ojos fuertemente a esa sensación de calambre placentero, a ese pellizco en el alma. escribimos en negrita, es obvio que el tándem que se proyecta, que la sombra que dibujamos, es demasiado potente para quedarse en un esbozo, cocktail de absenta, falla en estado puro.

había pasado tanto tiempo de aquello, que no supe si sonreír o dejar escapar la lágrima que asomaba. haciendo la última mudanza, encontré un raído trozo de papel escrito con estas letras, una servilleta arrugada y doblada, en la que aún podía leerse el nombre de aquél pequeño restaurante que tenía un olivo que crecía en un verde patio de paredes de cemento. y, a bocajarro, vinieron a mi mente todas aquellas imágenes en forma de letras. te perdí la pista, o quién sabe, igual había un cochecito azul con dos hologramas nuestros cruzando fronteras en algún otro plano del tablero. leí en prensa que al final te habían dado aquél premio. en la reseña, había una foto pequeña. se te veía orgulloso y sonriente al lado de tu chica. habías elegido ese camino, como yo en su día elegí no desearte, no seguir en dirección contraria por la autopista de la vida.

y volví entonces a preguntarme, por última vez, que hubiera ocurrido si te hubiera dado aquella carta, si los pasos que ahora daba, irían al compás de los tuyos.
y no supe qué contestarme.
y me alegré de haber cruzado aquella senda, aunque hubiera sido tan breve, porque la intensidad de aquellos encuentros había valido la pena. porque aún permanecía intacto el retrato que de tus arrugas había dibujado en mi mente.
me miré en el espejo. aquel pelo pintado de rubio ahora era blanco. mis pecas bailaban entre arrugas que dibujaban todos los minutos pintados con risas sonoras. me sentía niña atrapada en un cuerpo que se iba oxidando día a día. y pensé ¿quién sabe? la vida te regala a cada segundo pedacitos de gozo aliñados con sal y limón. bien está lo que bien acaba.

no supe más de ti. los últimos ecos que me llegaron de tu persona eran difusos y contradictorios. imagino que el trazado que dibujaste iba adornado de curvas sinuosas, como el que hubiera trazado yo de ser tú.

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