domingo, 3 de febrero de 2008

sensibilidad

dejamos a lagata en la puerta. su cuerpo arqueándose contra la última esquina del pasillo, sus pequeñas patas haciendo ruido sobre el suelo de madera claro. nos dirigimos a tomar un desayuno a la hora en la que la mayoría disfruta de un aperitivo tardío, quizá de una comida en familia. tomamos zumo de frutas y yogur con semillas y bayas. un poco de brownie que sobró de ayer.
el día se ha levantado gris, pero yo soy de color turquesa. y según escribo ésto, me veo leyendo un artículo en un magazine, un artículo que me lleva a buscar más información. me encuentro con ésto: «la sinestesia es la condición de una persona, en la cuál los sentidos se mezclan y entrelazan, pudiendo por ejemplo, «ver colores al escuchar un sonido» (la forma más común de la sinestesia) o «experimentar sabores al tocar un objeto».
quizá soy una de esas personas, a veces me pasa que es tan fácil para mí fijarme en lo que me rodea, sentir en mi piel lo que mis ojos ven o lo que no son capaces de ver, pero sí de intuir, que las palabras, los gestos, las miradas, son de colores, o me traen ecos de canciones, melodías.
y de nuevo barra libre a los sentidos, ducha de caricias que resvalan ayudadas por aceite de romero. el olor que invade la estancia, el calor que desprenden los cuerpos.
saltamos a la rue. aún queda domingo. me meto en otra dimensión. ahí estoy, a la expectativa. los ojos abiertos en una oscura sala rodeada de personas, a la espera de imágenes, de colores, de sensaciones narradas a través de película de celuloide. después, de nuevo, la curiosidad me anima a seguir tirando del cordel . . y vuelan los pensamientos

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