lunes, 14 de septiembre de 2009

(en)cont(r)ados

podía entenderlo. y desenmarañar de nuevo la telaraña para volverla a liar.
la madeja.
había empezado de nuevo con su rutina de hábitos sanos. mezclada, cómo no, con un libro que desmenuzaba, no; desgajaba como si de una mandarina se tratara, las mil y una contradicciones del alma. que se fustiga. que se castiga. que intenta enderezarse, para al fin navegar en un placer casi morboso. en el fondo lo que le hacía ser más humana, más carnal, más mortal.. liarse en la tela de araña de las pasiones, de los desencuentros, agitados, no removidos. del (des)amor más auténtico y torturado. pero su lado racional una y otra vez volvía a enderezar el volante de aquél vehículo que manejaba. justo antes del último segundo, justo antes de abandonar la trayectoria de la curva que la separaba del abismo. y sin embargo, y pese a la atracción al vacío que sentía, pese al vértigo, que como la más cruel droga la empujaba una y otra vez a perderse dentro de esos sentimientos encontrados, de esa vorágine.
y al final, ¿qué es lo que queda?
lo cotidiano. como bien dijo jos fotogalileo. eso es lo que cuenta.
con sus síes.
sus nóes.
y sus nunca tal vez.
hay que quemarlo todo.
¿hay que quemarlo todo?
para sentir más allá.
porque cuando uno percibe el dolor,
sigue vivo.

1 comentario:

entrandoenCurva dijo...

joder, parece que has descrito a una que yo me sé... y a tantos otros q también me sé q podrían llevar hasta mis mismos apellidos (y no por lo de hábitos sanos ni por lo del libro mandarino, precisamente).